God is in the rain.
V for Vendetta
Ayer llovió, cayó la primera lluvia del temporal en Dewas, una pequeña ciudad industrial perdida en el centro de la India. Ayer llovió y mi manía por mantener el orden cronológico en este cuaderno de viaje casi me impide escribir sobre lo que provocó la lluvia.
Hacía bastante calor, estábamos a 33ºC y el cielo estaba cubierto de nubes. Corría un viento húmedo y caliente que generaba una sensación de adormecimiento que parecía contagiar a personas, animales, plantas y edificios por igual. El panorama parecía desolado, el lugar feo y la gente cansada después de tan sólo medio día de trabajo.
Las primeras gotas hicieron su aparición después de las 3:30 pm. Antes de que cayeran se escucharon algunos truenos seguidos de una falta de luz que oscureció mi lugar de trabajo por unos segundos. La falla eléctrica sólo duró un momento y no le presté mucha atención. Fue hasta la segunda falla, cinco minutos después, que me percaté que algo extraño pasaba. Y no, no era algo extraño, era tan sólo la primera lluvia de la temporada que jugueteaba con las viejas instalaciones eléctricas del edificio.
Al caminar a casa a las seis de la tarde, después de acabar mi jornada laboral, la lluvia había cesado ya, el ambiente se sentía fresco y el sol seguía escondido tras las nubes. No fue hasta dar los primeros pasos que noté que el aspecto de mi alrededor había cambiado por completo.
Pareciera como si la lluvia le devolviese la vida a este lugar; es como si las gotas borraran el paisaje difuso y pálido y trajeran de regreso el color original de todo lo que rodea mi camino a casa. Las hojas de los árboles pasaron de un verde opaco y obscuro a un verde brillante con un matiz que varía según la especie. Los letreros que indican el camino recuperaron su azul rey, el suelo se volvió rojizo donde se combinó con arcilla y amarillo donde abundaban las hojas secas caídas. El panorama cambió tanto que hasta los bambús secos y tristes, que habían acompañado mi andar al medio día mientras caminaba a casa para almorzar, cambiaron de actitud y, por la tarde cuando me iba de regreso a casa al terminar la jornada laboral, me mostraron al verde tímido de sus tallos que se escondía tras el polvo café que los tenía cubiertos.
El agua trajo consigo un montón de olores también: me permitió apreciar la esencia que emanaba de los eucaliptos y un ligero olor a canela que parecía llegar desde una cocina cercana donde seguro preparaban té. Los sonidos también se intensificaron, desde que paró de llover los grillos despertaron y empezaron a cantar; al poco rato se unieron las aves que habitan en los alrededores con un dulce trinar que parecía agradecerle a la lluvia su aparición. Conforme se acercó la noche los sonidos de las fábricas disminuyeron, la carretera que pasa por un costado se vació y el cri-cri se apoderó de la noche.
Esta mañana hasta el sol tenía una actitud diferente: salió temprano e hizo brillar los nuevos colores que el agua dejó. Todos amanecimos felices, menos cansados y con la esperanza de ver, oír, oler y sentir la lluvia caer de nuevo esta tarde, la segunda del temporal y, así, consecutivamente todas las demás los siguientes días por unos cuantos meses.
नमस्ते
Namaste.
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