Un día despiertas y todo parece normal, tu cuarto, tus libros (un poco más empolvados tan sólo), tu ropa, tus amigos, tu familia… un día más, común y corriente. Te detienes frente al espejo dos segundos y notas algo diferente en tu mirada, después de todo el día no es tan igual.

Pasan segundos, minutos, horas… y todo transcurre como un día normal. Sabes que hay algo diferente, ese destello en tu mirada no está ahí por nada, te intriga es cierto, más no te quita el sueño. Ya lo descubrirás.

Días, semanas… el destello sigue en tu mirada, pero todo en tu vida parece igual. Entre la escuela, los amigos y el trabajo te mantienes ocupada y decides esperar a que ese cambio se manifieste.

Poco a poco te das cuenta de lo que significa el cambio, es tu forma de vivir y percibir al mundo, tus aspiraciones, tus metas, incluso tu forma de escribir. ¿Madurez? Lo dudas, te falta tanto por recorrer y muchas de tus reacciones ante la vida siguen siendo infantiles. Es algo más.

Sabes que estás dejando mucho atrás, quizá te pese después, no estás segura. Por lo pronto estás cómoda con el cambio. El tiempo dirá, ojala no te arrepientas, y si lo haces, pues que no sea demasiado tarde entonces.