martes, septiembre 08, 2009

Diálogos caóticos

Se encontraban tres amigas tomando un café, discutían sobre banalidades hasta que por azares del destino una de ellas, Ella –sí la de Río-, decidió poner sobre la mesa un tema que siempre les había apasionado: ellos, cómo debían tratarlos, cómo les habían pagado, y todo lo que giraba alrededor de las relaciones de pareja.
– Su incredulidad y su humor negro me orillaron a dejarlo. Yo estaba dispuesta a dar la vida por él y preferí quitármela que seguir sintiendo sus manos – dijo ella acongojada.
– Amiga, ¿en qué fallaste?, yo siempre llevé las riendas aunque él no se daba cuenta; mi ritmo marcaba la cadencia de los dos. Es así la única manera de mantener viva una relación, dominando. – contestó Circunferencia con un tono sarcástico.
– Mientes Circunferencia, tú siempre con tu carita de mosquita muerta pero apretando duro las riendas en realidad. Yo mantenía un afecto y un cariño cercano pero con distancias; nos respetábamos mutuamente y manteníamos un cierto “misterio” que nos permitía seguir el juego. Y nunca tuve problemas de autoridad. – contestó Mano quien solía escuchar mucho y hablar poco, sólo en los momentos precisos.
Ella al ver la discusión de sus amigas les dijo –No es cuestión de autoridad, es amor lo que se necesita para mantener viva la relación, alimentar ese amor, esa confianza que tanto se necesita, que las dos personas se comprometan; si eso falla, es cuando uno decide mejor terminar. Vicente Quirarte lo escribió alguna vez: “Construir el amor es cosa de dos seres; salir de la casa cuando está por caerse, es asunto privado.”
– Pero, ¿Para qué hacer compromisos si nadie los cumple? Es como cuando los gobiernos combaten el narcotráfico y hacen decomisos enormes: ¡No sirve de nada! – replica Mano.
– Pero cómo te atreves a decir eso. Por gente que piensa así no se cumplen los compromisos.
Circunferencia al ver que su amiga empezaba a alterarse intervino – calma Ella, Mano tiene razón. ¿Para qué formalizar la relación si puedes pasar el resto de tu vida con alguien sólo por gusto propio sin tener esa presión? Ya vez, nosotros envejecimos juntos y nunca firmamos nada y ni siquiera tuvimos un acuerdo de monogamia.
– Así es, yo ni siquiera tuve una relación “formal” como la de Circunferencia y Triángulo, simplemente nos veíamos, nos coqueteábamos y disfrutábamos el momento.
Ella alarmada respondió – pero así no es el amor, así no debe de ser, ustedes le dan mal uso. ¡Qué fácil! Mano, no te comprometiste y andabas ahí nomás de fácil; en cambio yo me enamoré, me comprometí y me casé. Seguí bien el proceso.
Ante tal declaración, Circunferencia con la clase que siempre la distinguió soltó un comentario ácido el cual finalizó con una sonrisa –Y también te suicidaste, querida.
– Pero eso fue por otras razones, no por haberme comprometido. No fue mi culpa que él matara mi amor y que no me incentivara para seguir con él.
Mano, tratando de contener la risa le preguntó en tono burlesco – Querida ¿A caso era su obligación? ¿No debiste tú propiciar su interés?
– Claro que esa era su obligación, esas son cosas del amor, cosas que se hacen porque ya tienes el compromiso. Así como ser fiel y no jugar con tu pareja es una obligación del matrimonio, alimentar al amor también lo es.
– ¿En qué época te educaron? ni yo que tengo más años que tú y viví una vida completa fui educada así, ni en mis tiempos de Elipse lo hubiese pensado – contestó Circunferencia.
– ¿Cómo me preguntas eso? Me educaron según las costumbres modernas. El amor se alimenta y no me importa si piensan que repito. Al mío no lo alimentaron, Él, mi marido, se volvió indiferente, llegó un momento en que sólo me quería para el sexo, trataba de arreglar todo con eso. Por eso no resistí.
– Pobre hombre, lo atosigabas, lo presionabas demasiado. Le dejaste caer toda la responsabilidad de tu matrimonio. – le respondió Mano.
– Pues era suya, yo sigo creyendo en el amor pero él mató al que yo tenía por él.
– No querida, no era su responsabilidad, en todo caso era de ambos. Triángulo y yo vivimos una vida increíble sin fijar compromisos pero siempre trabajando ambos por la relación.
– Es que no me están escuchando amigas, deben entender que eso de lo que hablan ustedes no es el amor.
Mano, harta de escuchar las idioteces que decía su amiga se atrevió a ponerla en su lugar – No querida, la que no entiende aquí eres tú. ¿Quién iba a decir? Tú que tanto hablas de compromisos, monogamia y amor. Tú la recatadita, tú fuiste la que se comprometió y “siguió todo el proceso” y fuiste la que se quitó la vida, la que tiró la toalla y se volvió una descreída. Y todavía dices defender al amor y al compromiso. ¿Qué puedo decirte yo? ¿Cómo puedo llamarte? ¿Hipócrita o pobrecita?
Ella muy indignada se levantó de la mesa, tomó su abrigo y les dijo a sus amigas –Me voy al río, sólo él me comprende– Mano y Circunferencia sólo la miraron partir riéndose y dijeron para sí mismas –Pobre Río, no le queda de otra.
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*Ok, probalemente nadie entienda o el cuentecito -no sé si puedo llarmarle así- o los diálogos y mucho menos el contexto de los personajes pero revisaba textos viejos y me lo encontré, me reí muchísimo y lo quise subir. Los personajes utilizados son de diferentes cuentos, Ella es El Rïo de Julio Cortázar, las otras la verdad no recuerdo ni títulos ni autores pero si los encuentro los paso.

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