Tomar una buena taza de café a cualquier hora del día siempre es una linda experiencia: ya sea que mueras de frío -como me ha pasado en las últimas dos semanas- y utilices el café para calentar tu cuerpo por dentro, o que haga calor y tomes café para sudar y refrescarte -aunque suene raro- siempre es grato. En los últimos dos años me acostumbré al café de media mañana, prender la cafetera entre 10 y 10:30 am y beberme una o dos tazas entre 11am y 2 pm.
Ya sea en mi casa o en mi oficina, ofrecer café a cualquier visitante es una cortesía casi automática de mi persona. He conocido mucha gente que no comparte el gusto por esta bebida, gente que agradece el ofrecimiento y disfruta una taza -o dos- conmigo y gente que me ha contestado que ya bebieron el suficiente café por el resto de su vida.
¿Suficiente café? la frase siempre resonó en mi cabeza sin sentido y me preguntaba cómo habría tenido que ser la dieta de una persona que tuvo suficiente café por el resto de su vida como para decidir sacar este placer de la rutina diaria. En mi intento por entender la lógica detrás de esta acción me encontré con una característica que comparten este "raro" grupo de personas: todas estudiaron un posgrado, ya sea maestría o doctorado, en el país o en el extranjero, el posgrado era la única variable constante entre estos individuos ("Variable", empiezo a notar la influencia de la educación cuantitativa en mi lenguaje).
Hace unos días mi cerebro se iluminó y entendí por fin cómo es que alguien podría pensar que tuvo suficiente café. La vida del estudiante de maestría (supongo la del estudiante de doctorado es todavía más intensa) -y la dieta- está basada definitivamente en el café. Lo único que te mantiene despierto y "atento" en una clase de dos horas en la que te atascan de información es el café. El lubricante que hace girar tu cerebro a las 3 de la mañana mientras intentas ser coherente en el ensayo que tienes que entregar la mañana siguiente es el café. La compañía de cualquier lector a todas horas del día es el café. El café se convierte en compañía, mejor amigo, consuelo, palmada en la espalda... y la lista podría seguir.
Hasta el momento, yo no creo poder vivir sin café. Dudo llegar al punto en el que sienta que he tenido suficiente por el resto de mi vida, pero esto apenas empieza y no sé cuál será mi respuesta en un par de años.