Después de una semana agotadora quizá la lluvia haya sido lo mejor que me pudo pasar.
El primer
pensamiento que pasó por mi mente cuando escuché la lluvia caer desde
mi oficina fue “estoy a punto de irme y no estaba en mis planes mojarme”. El
agua fría nunca ha sido mi favorita así que prendí mi computadora de nuevo y me
dispuse a ver más pendientes: total, esos nunca se acaban. Al abrir mi correo recibí
un mensaje que se convirtió en charla y terminó con tentadora invitación para salir
a caminar. De entrada me pareció una idea de locos; al meditarla un poco me
agradó. Cerré la computadora, guardé mis cosas y me armé de valor: gotas más,
gotas menos.
El agua estaba
fría. Cuando salí la lluvia había bajado de intensidad y parecía inofensiva.
Llegué al punto de encuentro con la ropa y el cabello húmedo. El centro de
Zapopan es lindo, mucho más cuando hay poca gente y está tranquilo. Cuando la
noche se acerca y cae agua se disfruta un poco más. Caminamos un rato, el
objetivo era mojarnos y dejar que el agua se llevara el estrés de la semana.
Después de algunos minutos y muchas gotas alcanzamos la meta y nos sentamos en
un café.