sábado, abril 12, 2008

¿Y si ya no respiro?

Tengo miedo, necesito respirar para seguir viviendo pero respirar me mata. Cuando el aire impuro entra por mi nariz me produce un cosquilleo, imagino que es por el sinfín de bacterias que se adhieren a mis vellos nasales. Ojalá toda esa contaminación se quedara ahí y me fuera suficiente que la nariz se me pudriera por tanto cochinero que le entra pero no; como si no fuera suficiente echar a perder ya un órgano –si es que se le puede llamar como tal– el aire se empeña a deslizarse por mi faringe, laringe, tráquea y todo el recorrido de partecitas vitales hasta llegar a los pulmones.

Lo que pasa después del recorrido quisiera no saberlo, esos gases tóxicos finalmente terminarán en mi sangre. Ese resultado final me parece lo peor pero antes se corren otros riesgos que tienen consecuencias devastadoras.

Después de la inhalación y el recorrido de las impurezas por los órganos anteriormente señalados, se produce un intercambio de dióxido de carbono por oxígeno que a mi parecer no es más que un trueque barato de contaminantes y sustancias gaseosas tóxicas. Al terminar el intercambio viene la exhalación que es cuando el tórax se contrae y expulsa los contaminantes que desechó la sangre. Esto parece tan fácil, una parte del cuerpo se contrae para sacar aire –por decirlo simple y sin las implicaciones de qué aire–, es como cuando desinflamos un globo, lo tenemos que presionar para que quede plano. Esta función normalmente se hace en automático, el sistema nervioso autónomo manda la señal al cuerpo y listo; puede ser controlada también y ser yo quien decida sacar el aire. Es aquí donde viene lo peligroso, ¿qué pasa si se presenta una falla cerebral y la señal no se manda? ¿Acaso no se dejará de presionar nunca? Mi cuerpo, al igual que el globo desinflado, no podría por sí mismo volver a inhalar, no entrarían más contaminantes a dañar mis órganos e invadir mi sangre pero moriría también por falta de oxígeno. Ahora bien, podría entonces asumir el control de mi respiración y ser yo quien decidiera que la exhalación ha terminado y que es hora de volver a inhalar pero ¿quién me asegura que la misma falla cerebral no me permita mandar señales controladas? O por su parte que mi cuerpo no responda a mis órdenes. Creo que eso sería caótico y doloroso: una muerte lenta en la cual las células se van muriendo poco a poco por falta de oxígeno. Ese oxígeno que cuando llega va generando otra muerte y putrefacción más lenta aún, pero quizá menos dolorosa.

No conforme con todos los riesgos e implicaciones que lleva que los órganos del aparato respiratorio funcionen correctamente, existen otros factores que podrían llevarme a la muerte. Aparte de las sustancias tóxicas que se transportan al interior de mi organismo con cada inhalación, es posible que mis vías nasales se obstruyan por alguna partícula sólida, o bien que una de estas se adhiera a las paredes de mis pulmones y los lastime. Supuestamente los mocos que obstruyen mi nariz son los que se encargan de atrapar todas estas partículas y esto me confunde: ¿acaso entonces es preferible tener gripe y andar sin sonarme para respirar un aire más puro aun cuando mi cuerpo esté enfermo, que estar sana y respirar aire impuro?

La respiración me causa conflictos, pensar en todo esto me oprime el pecho y creo que mi sistema respiratorio se deprime al ver el mal que se causa y me causa por su funcionamiento diario. Tanto se deprime que ahora me falta el aire, entonces ¿estoy introduciéndome menos intoxicantes? ¿Se me estará muriendo alguna neurona por falta de oxígeno? No, no es paranoia, ¿o sí? Creo que no respiraré más, o quizá mejor debería de dejar de leer acerca de biología.

29 de febrero de 2008

martes, abril 08, 2008

Metáfora de mi vida hace unas horas...

"El ardor del sol me llegaba hasta las mejillas y sentí las gotas de sudor amontonárseme en las cejas. [...] sobre todo me dolían la frente y todas las venas juntas bajo la piel. Impelido por este ardor que no podía soportar más, hice un movimiento hacia adelante. Sabía que era estúpido, que no iba a librarme del sol desplazándome un paso. Pero di un paso, un solo paso hacia adelante. [...] En el mismo instante el sudor amontonado en las cejas corrió de golpe sobre mis párpados y los recubrió con un velo tibio y espeso. Tenía los ojos ciegos detrás de esta cortina de lágrimas y de sal. No sentía más que los címbalos del sol sobre la frente e, indiscutiblemente, la refulgente lámina surgida del cuchillo, siempre delante de mí. La espada ardiente me roía las cejas y me penetraba en los ojos doloridos. Entonces todo vaciló. El mar cargó un soplo espeso y ardiente. Me pareció que el cielo se abría en toda su extensión para dejar que lloviera fuego. Todo mi ser se distendió y crispé la mano sobre el revólver. El gatillo cedió, toqué el vientre pulido de la culata y allí, con el ruido seco y ensordecedor, todo comenzó. Sacudí el sudor y el sol. Comprendí que había destruido el equilibrio del día, el silencio excepcional de una playa en la que había sido feliz. Entonces, tiré aún cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que las balas se hundían sin que se notara. Y era como cuatro breves golpes que- daba en la puerta de la desgracia."

Fragmento de El Extranjero de Albert Camus.